Hans Cristian Oersted en un intento por encontrar un metal accesible y resistente, logró aislar el metal por primera vez en 1825. Esto fue a través de un proceso químico que utilizaba una amalgama de potasio y cloruro de aluminio.

En 1854 Bunsen logró preparar electrolíticamente el aluminio a partir de sus experimentos con el compuesto cloruro alumínico sódico. Por lo que, ese mismo año Henri Sainte-Claire Deville fue quien logró perfeccionar el procedimiento.

Una vez lista la teoría, pudo fabricar por primera vez en la historia del aluminio un producto íntegro de este material. Sustituyendo el potasio por sodio y así fue como lo presentó en una exposición de París en 1855, en forma de lingotes.

Por lo tanto, la historia del aluminio no se le puede atribuir a un solo hecho, sino que se ha ido perfeccionando a través del tiempo, de hecho el aluminio no pudo comercializarse hasta 1888 porque se debió modificar y orientar hacia el método electrolítico.

Como dato extra de la historia del aluminio, este material es sumamente abundante en las composiciones de la corteza terrestre y curiosamente, también en la luna, se puede hallar en una proporción cercana al 15% y solo es superada por el sílice.